28/7/10

El día que Susana estuvo en lo cierto (porque tampoco vamos a andar diciendo que Susana tiene Razón)

La primera en descubrirlo fue una de las pocas viejas chupacirios que quedan vivas. ¿Quién sino va a andar madrugando? En un pueblo de clase medioalta mediomedio mediotibia medioboba, nadie que se precie de ser todas esas mediades, tiene necesidad de trabajar.  O si lo hacen, no tienen necesidad de madrugar.  Vacaciones escolares, negocio redondo para ni siquiera tengan que levantarse al alba para depositar a las ladillas en los criaderos de animales en cautiverio que todavía siguen llamando Colegios.
Sólo viejas madrugonas a la vista.
Cuando Teresa, al tiempo que se persignaba para entrar a San Gabriel a misa de siete, levantó la cabeza y dirigió sus ojos al Almirante que custodiaba la plaza, lo vió.
Estaba ahí, quieto, al ladito del Almirante, echado como perro al sol.
Un dinosaurio.
Vivo.

26/7/10

Echale la culpa a las Vacaciones II (aunque me olvidé de subir por acá la I)

Yo sé que mi casa le hace honor a mi apellido, pero convengamos damas y caballeros, que hay cosas que son de muy difícil guardamiento.  Algunos ejemplos, pa que vean.

 - El árbol de Navidad.  Muy bonito, claro, el arbolito.  Un coso enorme que sólo se luce un mes al año, o en mi caso, dos o tres.  ¿A dónde se guarda después que se desarma?

- La bufanda con los colores de Argentina que mi madre en un rapto de argentinidad futbolera me regaló en el mundial próximo pasado.  ¿La tengo que guardar cuatro años hasta el próximo Mundial?  ¿O la tengo que dejar a mano para que no pase lo que invariablemente pasará, o sea, desaparecer en el triángulo de las polleras?

- Los souvenirs que te dan cuando nace un pibito, o bautizan al pibito, o cumple su primer añito el mismo pibito.  ¿Hay que hacer un altar en el medio del living? ¿O en el baño? Posta, pero posta ¿alguien los guarda?

Acomodé el placard, ahí está la clave de tales cuestionamientos.

El orden exterior es reflejo del orden interior.

8/7/10

Esperanzadamente hablando

Me gusta asustar a la gente en la calle.
Ir caminando despacio, sin hacer ruidos, y cuando ya estoy bien cerca, a punto de pasar a mi víctima, meter algún ruido con las botas como para que se caguen en las patas y se den vuelta como locos pensando que los voy a matar, robar o violar.
Que se jodan, por desconfiados. 
¿Hace falta pensar que si alguien te pasa cerca, un prójimo que le dicen, sólo será para matarte?  ¿Soy la única que anda por la vida pensando que si alguien va caminando por la calle quizás sea porque se dirige a algún lado, al igual que yo, y que no se trata de un asesino serial que quiere matar personas blancas, de mediana edad o con pecas?

Hay muchos billetes nuevos.  Y cuando digo muchos, digo muchos.
Para bien o mal, tengo una íntima relación con el vil metal, que de metal casi nada, puros papelitos.
O sea, me la paso tocando plata.
Es la primera vez en mi Vida que pasan por mis manos tantos billetes recién salidos del horno, como bien dicen.
El problema no es que salgan del horno, sino que nos lleven al horno.
La maquinita está a full. Eso me perturba un poco.
¿Están emitiendo a cuarenta manos o los ciudadanos de Adrogué somos elegidos para que llenen nuestros cajeros de billetes bonitos con casi nada de gérmenes?.  Es raro, che.
Si alguno lo notó, le pediría que me lo notifique así me quedo más ¿tranquila?.

Hace un rato estuve con la nena que me regaló las figuritas de Sara Kay.
Traté de explicarle lo que me generó su regalo.
Y me entendió mejor que yo.
Lo cual me llena, aún más, si cabe, de esperanzas.

Cabe.

Y hay sol.